Night what?

...Salgo el segundo del avión, y voy directamente a por mi maleta. Con cara de imbecil observo como a pesar de ser el primero en haber llegado, me quedo el último esperando una maleta que no llega. Recuerdo que no recuerdo como cojones era mi maleta y empiezo a sudar. En manga corta llego al mostrador de reclamación tras más de media hora esperando yo solo, como un gilipollas, a esa mi maleta:

- Your bag its still in Madrid.

El hombre que me atendía tenia un parecido increíble con Peter Griffin, quizás por eso no me cabreó que mi maleta estuviera todavía en Madrid, sino que me alegré porque no se me hubiera perdido.

Eran ya las seis y media de la tarde de un último día del año raro de cojones.
Me sorprendo a mi mismo al desearle feliz año nuevo al tío que me vende el ticket del tren.

Volviendo a casa con mi mochila y sin mi maleta, escucho a un español en el metro explicarle a un francés que “Gilipollas” es algo así como decir SILLY-DICK. Increíble.

Llego a casa por fín a eso de las siete y media. Pienso que esa misma noche es nochevieja y me cago en la puta, no me lo parece ni de lejos.

Fernando, el compañero de piso argentino, mueve hilos y consigue reunir en casa a unas doce personas. Son las once en Londres, mi madre me llama por teléfono para escuchar las campanadas de Madrid junto a mi familia. Le pido por dios que no me ponga a Ramón García.

Pasa una hora. Vuelve a llamar mi madre para ponerme las campanadas de Canarias que coinciden con las de Londres. Intento fallido. A escasos segundos de fin de año por un oído escucho a mi madre decirme que no encuentra las campanadas de Canarias ni en la tele ni en la radio y por el otro escucho a uno de los que estaban en el piso dar doce cucharazos a una sartén. No era broma. En unos segundos tenia a mi alrededor un grupo de personas abrazándose deseándose feliz año mientras mi madre me decía descojonándose “!espera, que no encuentro las campanadas!”

Finalmente me tome las uvas totalmente a mi bola.

Tras beber en casa maldiciendo que la botella de Cardhu que me habían regalado, estuviera en mi desaparecida maleta, nos vamos por un lado los invitados que se comieron las uvas en casa (¿?), y Gonzalo y yo por otro.

Vamos a Camden Town. Llegamos en metro y al bajar, un hooligan le da un empujón a Gonzalo. Para mi sorpresa, Gonzalo no se echa atrás sino que se encara a el y le da un puñetazo raro en el pecho. Agarro a Gonzalo de la chaqueta sacándole del vagón intentando evitar que ese grupo de hooligans nos den la nochevieja o lo que cojones este siendo la noche. Los tipos deciden quedarse en el vagón llamándonos guapos desde dentro mientras nosotros nos vamos.

Glurp.

Llegamos a Camden a eso de las 2 algo acelerados por el incidente. Conseguimos entrar a un bar sin música y con las luces encendidas que resultaba cerrar a las 2. Cogimos un par de cervezas desatendidas de dentro del bar y salimos en busca de algo abierto. Preferiblemente un bar. Tras algunos intentos fallidos encontramos uno abierto que no pedían entrada anticipada.

Nos pedimos un par de cervezas más. A Gonzalo le piden fuego dos tías. No a la vez. Primero Michelle, una morena y más tarde “nomeacuerdodelnombre”, una rubia. Habla un rato con cada uno de ellas y si bien no ocurre nada, su ego esta dos escalones por encima del mío. Que cabrón.

Cierran el bar. Antes de irnos cogemos un par de globos de helio, le hacemos un agujero con un cigarro y hacemos nuestra propia versión de los pitufos maquineros. Muy divertido.

Salimos del bar y buscando, lo único que encontramos abierto es un Kebab. ENTRAMOS. Hay bastante gente hambrienta en nuestra misma situación. Una chica me desea feliz año nuevo, le doy dos besos y al recordar que en Londres lo de los dos besos no se lleva, me disculpo. Mas alla de molestarse me da otros dos besos y me pide un abrazo (what da f...). Como persona educada que soy accedo a abrazarla. Tras hablar durante un rato la chica se va arrastrada por una amiga suya a la que aun hoy maldigo.

Volvemos a casa a dos velas pero con el ego reforzado que desde luego es más de lo que acostumbramos.

A la mañana siguiente Gonzalo se queda dormido para ir al trabajo y mi maleta llega sana y salva al piso. El wisky intacto. No así el bote de Nesquik que iba dentro que se ha esparcido por unas cuantas sudaderas. TENÍA QUE PASAR.

Me rasco la “barba”.