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Días grises. Alguien se ha equivocado con esto del tiempo y es que en Mayo nos han plantado Abril y en Abril, Mayo. Pues eso, que casi estamos en Junio y por aquí hay veces que seguimos echando vaho por la boca.
En uno de los incontables periódicos gratuitos aparece en portada un perro que juega al billar. En primera página, joder. Lo que me sorprende es que no me sorprenda.
Creo que es cuando llevas unas cuatro horas fregando cuando tu cabeza entra en una fase de regresión absoluta, pensamientos que dabas por perdidos en alguna mala borrachera o creías que habían sido sustituidos por el nombre de algún rookie de la NBA... Creo que es algo asi como si hubieras sido hipnotizado por uno de esos psicólogos que tienen que contar hasta diez en vez de hasta tres para hacerte despertar. Ayer tuve una de esas regresiones y me acordé de algo:
Oscar me invitó a comer cocido a su casa. Llevaba viviendo en Madrid desde que tenía menos de un año, tenía 16 y esa era la primera vez que iba a probar cocido madrileño en toda mi vida.
Siempre me ha hecho gracia que Oscar llame a su madre por su nombre, supongo que algo tiene que ver que su madre se llame Pruden y que Oscar siempre la llame a gritos. Delante de la mesa Pruden nos puso el cocido, en un plato llano los garbanzos y un plato hondo el resto. Mirando de reojo a Oscar esperaba a ver que hacía este con el cocido y es que yo no sabía si mezclar los garbanzos, si poner el cocido en el plato llano, si meterme los garbanzos por el culo o si tirarle los garbanzos a cucharazos a Pinky, el perro de Oscar. Finalmente Oscar se empezó a comer los garbanzos por separado dándome asi la solución. ¿Yo que ostias sabía?
- Ay Oscar, ¡ya estas con la tontería esa de comerte los garbanzos por separado!
- Pero mira mamá, Curro está haciendo lo mismo
- Ah!.. eh… eh…
Creo que la reacción de Pruden fue lo que hizo que este pensamiento quedara grabado. Si hubiera sido un evidente: “Curro, pues muy mal tu también, JEJE” y yo hubiera respondido “si es que es la primera vez que como el cocido, que sabía yo, JIJI”. Pero no, esa sensación de incomodidad innecesaría, esas gotas de sudor cayendo por mi frente por estar comiéndome unos jodidos garbanzos secos…
Aquí en Londres sueño mucho más con gente de Madrid que lo que lo hacía allí. El otro día tuve un sueño, que… joder:
Partido de fútbol sala en los que nos encontrábamos mi hermano Álex y yo a punto de empezar a jugar intentando elegir nuestro superpoder que nos diera habilidades. Sin llegar a decidirnos apareció Rafa de entre las sombras y ante nuestras dudas eligió el suyo:
Su superpoder era un aparato que se ponía en la oreja (como uno de esos manoslibres), le cortaba un mechón de sus largas greñas y de esta forma tenía superhabilidades infinitas.
Vacío.
Ya en casa después del partido, mi hermano Rafa salió de la ducha. Negro, con bigote y con la cabeza afeitada de tanto usar el superpoder, fué a la cocina a darle la sorpresa a mi madre (la sorpresa era lo de la cabeza afeitada, no lo de que fuera negro). Entró en la cocina agitando la toalla contra su cabeza para hacer creer que tenía pelo (este cabrón siempre tan ingenioso), quitó la toalla y dejo entrever su cabeza afeitada.
El sueño acabó con el grito de mi madre y con la risa del resto de la familia.
Estoy solo en casa y me apetecía escribir algo. Esto ha sido.
Y para cerrar pues cuelgo esta foto para aclararles las dudas a aquellas personas que me preguntan si en Londres hay tías buenas.
En uno de los incontables periódicos gratuitos aparece en portada un perro que juega al billar. En primera página, joder. Lo que me sorprende es que no me sorprenda.
Creo que es cuando llevas unas cuatro horas fregando cuando tu cabeza entra en una fase de regresión absoluta, pensamientos que dabas por perdidos en alguna mala borrachera o creías que habían sido sustituidos por el nombre de algún rookie de la NBA... Creo que es algo asi como si hubieras sido hipnotizado por uno de esos psicólogos que tienen que contar hasta diez en vez de hasta tres para hacerte despertar. Ayer tuve una de esas regresiones y me acordé de algo:
Oscar me invitó a comer cocido a su casa. Llevaba viviendo en Madrid desde que tenía menos de un año, tenía 16 y esa era la primera vez que iba a probar cocido madrileño en toda mi vida.
Siempre me ha hecho gracia que Oscar llame a su madre por su nombre, supongo que algo tiene que ver que su madre se llame Pruden y que Oscar siempre la llame a gritos. Delante de la mesa Pruden nos puso el cocido, en un plato llano los garbanzos y un plato hondo el resto. Mirando de reojo a Oscar esperaba a ver que hacía este con el cocido y es que yo no sabía si mezclar los garbanzos, si poner el cocido en el plato llano, si meterme los garbanzos por el culo o si tirarle los garbanzos a cucharazos a Pinky, el perro de Oscar. Finalmente Oscar se empezó a comer los garbanzos por separado dándome asi la solución. ¿Yo que ostias sabía?
- Ay Oscar, ¡ya estas con la tontería esa de comerte los garbanzos por separado!
- Pero mira mamá, Curro está haciendo lo mismo
- Ah!.. eh… eh…
Creo que la reacción de Pruden fue lo que hizo que este pensamiento quedara grabado. Si hubiera sido un evidente: “Curro, pues muy mal tu también, JEJE” y yo hubiera respondido “si es que es la primera vez que como el cocido, que sabía yo, JIJI”. Pero no, esa sensación de incomodidad innecesaría, esas gotas de sudor cayendo por mi frente por estar comiéndome unos jodidos garbanzos secos…
Aquí en Londres sueño mucho más con gente de Madrid que lo que lo hacía allí. El otro día tuve un sueño, que… joder:
Partido de fútbol sala en los que nos encontrábamos mi hermano Álex y yo a punto de empezar a jugar intentando elegir nuestro superpoder que nos diera habilidades. Sin llegar a decidirnos apareció Rafa de entre las sombras y ante nuestras dudas eligió el suyo:
Su superpoder era un aparato que se ponía en la oreja (como uno de esos manoslibres), le cortaba un mechón de sus largas greñas y de esta forma tenía superhabilidades infinitas.
Vacío.
Ya en casa después del partido, mi hermano Rafa salió de la ducha. Negro, con bigote y con la cabeza afeitada de tanto usar el superpoder, fué a la cocina a darle la sorpresa a mi madre (la sorpresa era lo de la cabeza afeitada, no lo de que fuera negro). Entró en la cocina agitando la toalla contra su cabeza para hacer creer que tenía pelo (este cabrón siempre tan ingenioso), quitó la toalla y dejo entrever su cabeza afeitada.
El sueño acabó con el grito de mi madre y con la risa del resto de la familia.
Estoy solo en casa y me apetecía escribir algo. Esto ha sido.
Y para cerrar pues cuelgo esta foto para aclararles las dudas a aquellas personas que me preguntan si en Londres hay tías buenas.